lunes, 28 de octubre de 2013

Las brujas están de moda



No sé dónde leí hace ya mucho tiempo que los siglos van alternando entre racionales y espirituales. Si el siglo XX fue un nuevo siglo de las luces, lleno de avances científicos y tecnológicos, este siglo XXI debería ser un siglo de espiritualidad. No estoy segura de si podríamos llegar a hablar de espiritualidad, pero desde luego, viendo la parrilla televisiva de los últimos años, parece claro que nos hemos cansado de lo racional y nos refugiamos en lo fantástico.


Una vez superada la moda, quizá más literaria que televisiva, de las conspiraciones y las sociedades secretas, llegó la de los vampiros. Y esa sí que encontró un filón en lo audiovisual, con productos de más o menos calidad que encandilaron no solamente a las jovencitas más impresionables. De esa época "crepuscular" aún quedan coletazos, como True Blood (¿alguien sigue viéndola?) o Vampire Diaries. Parece que Dracula, el último intento de la NBC por reflotar su parilla, no va a tener demasiado éxito.


El tema vampírico, sin embargo, ha demostrado que estamos más que dispuestos a entrar en mundos de fantasía, supongo que a modo de escapismo de una realidad, reconozcámoslo, bastante desagradable y con poco lugar a la esperanza. Y este año, parece que la moda se ha decantado por el tema de las brujas. Además de la película de Alex de la Iglesia que ahora mismo está en cartel (y que aún no he visto), la tercera temporada American Horror Story lleva el apéndice "Coven" ("aquelarre", que qué palabra tan bonita, por cierto) en el título. También llegan rumores de que la CBS podría hacer un remake de Embrujadas. Y hace un par de semanas se ha estrenado The Witches of East End.


Como soy una cagueta (vi el primero de Sleepy Hollow y, aunque me gustó, lo pasé un poquillo mal y no me he atrevido a seguir), no tenía muy claro si darle una oportunidad o no. Pero ni miedo ni nada. La serie de Lifetime (el canal de The Client List o Army Wives, y con eso os lo digo todo) tira de la fantasía para contarnos una historia de mujeres solas, romance y lucha entre el bien y el mal.


La madre, la hermana sosa, la hermana pingo,
el hermano serio y el hermano greñas. 
La serie tenía toda la pinta de estar basada en alguna novela popular y, efectivamente, debe su existencia a la escritora Melissa de la Cruz (la de la saga de libros The Au Pairs). En The Witches of East End, Joanna Beauchamp es una bruja que ha intentado mantener oculta su condición a sus dos jóvenes hijas, Freya e Ingrid. Sin embargo, se ve obligada a hacerlo cuando un cambiaformas adopta su aspecto para asesinar a un vecino y es detenida por el crimen. Ingrid, la más racional (que precisamente ha dedicado sus estudios al tema de la historia de la brujería) nunca ha sospechado, mientras que Freya, la más pasional, siempre supo que "era distinta". Para ayudarlas en su camino de aprendizaje y aceptación, y en la lucha contra ese enemigo desconocido, llega su tía Wendy.


El papel principal corre a cargo de Julia Ormond, otra de esas actrices que llegadas a cierta edad deciden dar el paso a la televisión. Últimamente la hemos visto hacer de madre, primero de Claire Danes en el telefilm de HBO Temple Grandin y, después, de Jessica Paré en Mad Men. La verdad es que si a mí me emparejan John Slattery también me pienso lo de trabajar en televisión. Pero bueno, esto no es Mad Men, ni mucho menos, pero es un papel protagonista, así que la señora debe de estar contenta.


Querida Mädchen Amick, ¡no pestañees!
A ver cómo os lo diría, la serie ni es buena ni tiene la intención de serlo. Es mala, los efectos son cutrongos y la trama a veces es un pelín ridícula. Como era de esperar en una serie yanqui con mujeres solas, también hay un tufillo a falso feminismo de ese de reafirmación de la mujer, que luego se pierde por que le dé mimos el primer maromo que se le cruce, y trama romántica que explotar: Ingrid tiene una historia incipiente con el policía que detiene a su madre y Freya siente una irresistible atracción por el hermano de su prometido, que acaba de llegar al pueblo.


Y a pesar de todo, me ha picado la curiosidad. No sé si os la recomendaría, pero yo voy a seguir un poco más con ella. No es que la historia prometa; de hecho, parece bastante previsible, pero para pasar el rato a mí me sirve. Pero me da la impresión de que últimamente solo veo bazofia, a ver si para la próxima me pongo las gafas de pasta y os recomiendo algo más "recomendable". Entre tanto, ¡que viva el cutrerío!





3 comentarios:

  1. Un ejemplo de lo que dices al principio es la historia del Imperio Romano. La religión romana oficial era una religión estatista, cero personal, que funcionó y se adaptó a las necesidades del Imperio en los tiempos de grandeza. En el lapso de la degeneración y caída, las religiones mistéricas fueron ganando fuerza hasta que la racional religión oficial quedó como un simple recuerdo de lo que el Imperio había sido.
    Un saludo.

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    1. Muchas gracias por el comentario, Jesús. ¡Qué aportación más interesante! ¿Podrías compartir algún enlace (o bibliografía) al respecto?

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    2. En cualquier manual de historia antigua o de historia de Roma antigua que toque el tema de las mentalidades seguro que podrás estudiar los detalles. Tienes algunos bastante buenos en Akal o en Cátedra. Me temo que no he encontrado ningún enlace en el que expliquen el proceso en condiciones (como mucho un párrafo en textos didácticos para chicos de secundaria).
      Un saludo.

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